martes, 1 de noviembre de 2011

Orgullo


Me gusta el mezcal. ¿Les he contado cómo hacer mezcal de alacrán? Me gusta contar historias también, pero me gusta más el alcohol. En fin, hay una mezcalería en Guanajuato que abrieron un par de gringos, El fusilado. Alán (pronunciado así porque era francés-gringo-mexicano), cantinero y amigo mío, preguntó si quería ver cómo curaba el mezcal con alacrán. Sentado solo en la barra tomando una cerveza y un caballito (porque así soy de pinche exagerado) le respondí que sí. Sacó un bote de yogurt de a litro y unas pinzas, adentro estaba el pobre diablo, color negro, de unos nueve centímetros, vivo. Lo introdujo por el cuello de la botella, desesperado llegó lento al fondo, su genética le impide nadar, más el orgullo está en su naturaleza: prefiere morir por su cuenta que ahogarse: (Todos los ejemplares de la especie harán lo mismo al ahogarse) clavándose el aguijón sobre su espalda, matándose despacio mientras lo observamos. El veneno le da su sabor metálico, fuerte. Pero quizá ya te estás preguntando: ¿No será más dañino tomarlo así? No lo sé. No me importa. Está en mi naturaleza, no preguntes por qué. Me gusta el mezcal.


Salud.


José Silva Granados
Bar Sonora (Patricia G. Lara)

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